Exposición de monseñor Andrés Stanovnik OFMCap, arzobispo de Corrientes y presidente de la Comisión Episcopal del Apostolado Laico y la Pastoral Familiar, en el Encuentro Nacional de Doctrina Social de la Iglesia (Universidad Católica de Santa Fe, 18 de septiembre de 2013)

Introducción

El tema que se me propuso exponer en esta sede es “El Laico, la Familia y la Doctrina Social de la Iglesia”. El hecho de juntar los tres argumentos tiene su razón de ser, porque en el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia la familia y el laico ocupan un lugar destacado, a los que se dedica un capítulo respectivamente. Hay, por consiguiente, una relación muy estrecha entre los tres temas: laico, familia y Doctrina Social de la Iglesia. En el marco del tiempo que disponemos, voy a tratar de compartir con ustedes el pensamiento que nos brinda el magisterio de la Iglesia sobre el laico y la familia en el mencionado Compendio.

Recordemos que tanto la familia como el compromiso del fiel laico se encuentran entre los ámbitos pastorales prioritarios de las Orientaciones, que el episcopado argentino ha propuesto para el trienio 2012-2014. Allí podemos leer que “la realización de las conclusiones del primer Congreso Nacional de Doctrina Social de la Iglesia, realizado en Rosario (Mayo de 2011), tienen que seguir animando las tareas diocesanas y parroquiales para dar a conocer la DSI y formar a los laicos y a los políticos, empresarios y dirigentes en general en su compromiso por la construcción de la sociedad(1). Y respecto de la familia se dice que, “como célula básica de la sociedad, y el cuidado de la vida en todas sus expresiones, siguen siendo prioridades pastorales para este tiempo de nueva evangelización”(2).

Por otra parte, en el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, la Familia figura en el cuerpo central del documento. De las tres partes que componen la obra, la segunda es la más extensa, y empieza con el capítulo sobre la “Familia célula vital de la sociedad”, a la que dedica nada menos que 45 parágrafos(3). A continuación, y con la familia como apertura, aparecen temas que están estrechamente vinculados con la familia, como el trabajo humano, la vida económica, la comunidad política, la comunidad internacional, salvaguardar el medio ambiente y la promoción de la paz. Así, la familia aparece como una referencia clave para la persona y para la sociedad(4).

En cambio, la cuestión del laico, la encontramos en la tercera y última parte, donde le dedica la mayor atención. En el contexto de la doctrina social y acción eclesial, se insertan los treinta y tres números que desarrollan la “Doctrina social y el compromiso de los fieles laicos”. No está demás señalar que elCompendio concluye precisamente con los números dedicados al compromiso de fieles laicos en el ordenamiento del mundo según Dios, resaltando de ese modo la doctrina del Concilio Vaticano II sobre la índole secular que los caracteriza en el seguimiento de Cristo.

Antes de entrar en el tema, recordemos que “los principios de la doctrina social de la Iglesia, que se apoyan en la ley natural, resultan después confirmados y valorizados, en la fe de la Iglesia, por el Evangelio de Jesucristo” (5). La referencia al Evangelio de Jesucristo nos coloca en una perspectiva original y única para abordar la realidad humana en toda su dimensión individual y social. Esa es la perspectiva de la magnífica respuesta del Papa Francisco al periodista y filósofo Eugenio Scalfari, a dos intervenciones suyas en el diario La Reppublica referidas a la Encíclica Lumen Fidei y dirigidas al Santo Padre. El Papa, entre otras cosas, reflexiona así: “La Iglesia, de hecho, está llamada a esparcir la levadura y la sal del Evangelio, es decir, el amor y la misericordia de Dios, que son para todos los hombres, indicando la meta ultraterrena y definitiva de nuestro destino, mientras que a la sociedad civil y política le corresponde la ardua tarea de organizar y encarnar en la justicia y en la solidaridad, en el derecho y en la paz, una vida cada vez más humana. Vivir la fe cristiana no significa huir del mundo o buscar una cierta hegemonía, sino servir al hombre, a todo el hombre y a todos los hombres, a partir de las periferias de la historia, teniendo despierto el sentido de la esperanza, que impulsa a hacer el bien a pesar de todo y mirando siempre más allá” (6).

En esa misma luz, cuando le preguntaron a Nikolai Fyodorov, docente de teología ortodoxa en la Universidad de Oxford, cuál es el programa social que tiene la Iglesia ortodoxa rusa, él respondió: “Nuestro programa social es la Trinidad” (7). Con estas referencias quisiera destacar la importancia que tiene el ‘desde dónde’ miramos, pensamos y actuamos como creyentes, “porque la encarnación, es decir, el hecho de que el Hijo de Dios haya venido en nuestra carne y haya compartido nuestras alegrías y nuestras penas, nuestros logros y nuestros fracasos, hasta el grito de la cruz, viviendo todo desde el amor y la fidelidad al Abbá, da testimonio del increíble amor que Dios tiene por cada hombre, del valor inestimable que le concede. Por eso, cada uno de nosotros está llamado a hacer suya la mirada y la opción de amor de Jesús, a entrar en su forma de ser, de pensar y de obrar” (8).

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