(Fuente: El Litoral) Cuando leemos éste título podemos creer rápidamente que hablamos de abusos, explotación y miserias no contempladas ni paliadas y sin embargo, no sólo de esas maneras y en ese contexto se atropellan los derechos de los niños a una niñez sana, alegre y feliz; también puede estropearse la vida de los infantes induciéndolos a conducirse y actuar como adultos.
No dejar vivir inocente y candorosamente a los niños de acuerdo a su edad, también es punible y condenable, aunque no se perciba claramente en nuestra sociedad actual.
Cuántas ilusiones, fantasías y sueños son malogrados antes de hacerse presente, cuando no se los alimenta desde el hogar y la familia. Ya no llegan “de verdad” los Reyes Magos, ni se los espera con la credulidad inocente, llena de ansiedad y misterio. Hoy es casi un trámite, una tradición mal cuidada, cuando no despreciada e ignorada, (esto solo para poner un ejemplo de los tantos que pululan por allí).
Las niñas ya no sueñan con ser “princesas de cuentos de hadas”, sino que tratan de aparentar figuras, poses y modales notoriamente sexuados y propios de los ejemplos mediáticos. Es lo que ven, lo que se propaga y se pondera.
Tratan de imitar buscando la aceptación adulta, que inconscientemente se presta al juego y aplaude y festeja, como logros y hazañas infantiles, lo que pertenece al mundo de los mayores.
Hasta la vestimenta se ha modificado y aquellos modelitos claros, cómodos, alegres e infantiles, se van transmutando en ropas oscuras, cuando no negras, con figuras e inscripciones impropias y fuera de la edad.
Se comienza a imponer a temprana edad los comportamientos adultos, antes de que desarrollen la capacidad mental, emocional y física, para vivir con plenitud, conocimiento y sentimientos correspondientes a personas mayores.
Los psicólogos llaman a éste fenómeno “sexualización de la infancia”, situación que va ganando terreno aceleradamente, imponiendo una sexualidad adulta a niños y jóvenes, que inocentemente se van plegando sin advertir siquiera su absurda transformación.
Somos los padres los que debemos despertar para neutralizar ésta embestida brutal y grotesca que perjudica y frustra la niñez de nuestros hijos.
Por supuesto que no es fácil, pero es posible, aunque internet y los “medios” se interpongan, nosotros podemos y debemos crear un mundo sano, coherente, propio y feliz en el entorno familiar y también en el relacional, ya que no estamos solos y hay múltiples familias y hogares que comparten ésta genuina preocupación.
No dejemos que dominen y modifiquen nuestras costumbres, porque la conducta que asumamos debe pertenecernos, es de nuestra exclusiva incumbencia y nadie tiene derecho a imponerse sobre nuestra real soberanía personal.
Defendamos con energía y determinación la sana niñez de nuestros hijos; ellos lo merecen y lo sabrán agradecer.
(*) Orientadora Familiar.