Recientemente el boletín del Pontificio Consejo para la Familia le dio un destacado espacio a la experiencia de «Consultorías de familias para la familia». Compartimos aquí la ficha y descripción del servicio
Escucho, luego estoy en comunión
«Lo que suele faltar es tiempo para escuchar, a fin de que la familia pueda sentirse comprendida en las dificultades que se presentan en las diversas fases de la vida. ‘Y quién mejor que una familia para entender a otra familia?». Parte de esta constatación fundamental lo que nos cuenta Alfredo -uno de los dos directores del Consejo pastoral de la Diócesis de San Martín, situada en la periferia de Buenos Aires- sobre «Consultorios de familias para la familia».
Fue aquí, en 1993, donde Luis Héctor Villalba, el anterior obispo, dándose cuenta de la necesidad de un apoyo a las familias con dificultades, convocó a los representantes de diversos movimientos eclesiales (entre ellos, Schönstatt, Focolares, Encuentro matrimonial cristiano) para organizar el apoyo y la promoción del núcleo familiar. El resultado fue la decisión de poner los carismas de las parejas que representaban a cada movimiento, al servicio de las familias heridas, con una óptica en la que la escucha gratuita, de amor, sin prejuicios, es preámbulo, ya solo en virtud del método, de la superación de los problemas.
La escucha atenta puede dar muchas veces a la pareja que pide ayuda la fuerza necesaria para encontrar en sí misma la respuesta justa a los problemas que le agobian: «Nuestra experiencia -dice Héctor, un responsable de la pastoral familiar diocesana- ha manifestado que la solución es con frecuencia hallada por la propia pareja. No se dice qué hay que hacer, sino que el amor personal que estas parejas advierten hace surgir en ellas la respuesta y lo mejor que pueden dar para concretar las vías de solución».
Las más de tres mil familias ayudadas hasta hoy, confirman el acierto de la fórmula promovida por los Consultorios para la familia: dos parejas de «cónyuges orientadores» que tienen la misión de relacionarse con la pareja y sus problemas, preservando, gracias a los dos puntos de vista la objetividad necesaria para emprender fructuosos recorridos de reconciliación. Todo esto una vez a la semana, por no más de 50 minutos. Los «orientadores» están formados a través de un seminario que dura catorce semanas y durante el cual se estudian materias como derecho, moral, psicología y técnicas de mediación familiar. El curso concluye con un periodo de rodaje, donde se prueban sobre el terreno las enseñanzas adquiridas.
Categoría: Acercamiento a familias en dificultad
Ámbito de la experiencia: Secretariado Nacional de Pastoral Familiar
País: Argentina