Desde el Área de Niñez y Adolescencia de la Conferencia Episcopal Argentina hacemos nuestra reflexión y aporte.

La media sanción de la ley, en la cámara de diputados, de la interrupción voluntaria del embarazo o la despenalización del aborto, nos ha dejado a todos un sabor amargo y una tristeza doliente. Nadie puede festejar por el aborto, y aquellos que lo hacen no toman verdadera conciencia de lo que esto produce en el cuerpo y en el alma de una mujer y en el corazón mismo de una sociedad.

La inmensa mayoría de nuestros jóvenes y adolescentes están a favor de la vida. La ideología de género y el feminismo tienen un capítulo sobre el aborto que se impone con toda crudeza y agresividad. Ojalá que muchos jóvenes, especialmente chicas adolescentes, reflexionen sobre los supuestos que defienden a rajatabla, con pañuelos verdes y argumentos que responden más a una ideología que a una serena reflexión sobre la vida, sobre toda vida. Ha sido un comentario de muchos asistentes a las marchas de estos últimos días la escasa o nula concurrencia de jóvenes pobres de nuestros asentamientos y barrios más humildes. Es que, conociendo el sentir de nuestros chicos y chicas más pobres, en ellos no se plantea el aborto como una lucha, sino como una desgracia. Hacerse un aborto ha sido, es y seguirá siendo una desgracia, un crimen.

Y este crimen ya está vigente en Argentina. Desde mediados de 2015, al final del gobierno anterior, se ha promulgado por el ministerio de salud, el protocolo ILE (interrupción legal del embarazo) que se viene aplicando paulatinamente en muchos centros de salud de la Ciudad de Buenos Aires y en otros hospitales del país. Acerca de este protocolo no hemos dicho nada, no hubo marchas ni debates. Creemos que debería ser dado de baja, ya que no tiene rango de ley en materia tan grave.

¿Aspectos semánticos o intención deliberada?

Pareciera que una cosa es estar a favor de la vida y en contra del aborto y otra muy distinta la despenalización del mismo, como diciendo: “yo estoy en contra del aborto, pero sí a favor de la despenalización del mismo”. Este sofisma se basa en que nadie quiere penalizar a una mujer por hacerse un aborto, especialmente si es una adolescente pobre. Por ser menores de edad ya tienen el amparo de la inimputabilidad. El engaño está en que, aparándose en la despenalización del mismo, lo que verdaderamente se quiere legalizar es el aborto, seguro y gratuito. Aquí está el meollo de la cuestión y el eje de la campaña que vemos en televisión, representada por muchos artistas y periodistas muy populares, que marcan tendencia en la opinión (muchos de ellos han manejado cifras que son, simplemente, un engaño). Sería muy bueno que digan: estoy a favor del aborto, tal cual está presentado por el proyecto de ley que tiene media sanción. “Legal o ilegal, el aborto mata igual”, dice un cartel inmenso en la Panamericana.

El argumento aducido entra en colisión con el derecho a la vida, el primer derecho humano. Y aquí es donde debe intervenir la ley. Una ley justa para ambas personas, protectora de ambas vidas, acompañando la fragilidad y desamparo de una mujer que decide abortar, proponiendo caminos alternativos de contención y ayuda, haciéndose cargo el estado o instituciones privadas para que esa mujer tome conciencia, se deje ayudar y no recurra a una acción que luego traerá consecuencias a su salud integral. Y, por otra parte, cuidar esa vida que se va gestando, ya que hay muchas familias que quieren hacerse cargo. El sistema de adopción se vería agilizado si padres tutores acompañaran a la mujer gestante, brindándole contención, afecto, ayuda. Se convertiría una historia trágica en una posible historia de esperanza y amor.

Lo propio de la mencionada ley

La media sanción de la ley tiene en su primera parte las reformas al código penal (art. 85, 86 y 88 y la incorporación del art. 85 bis), allí se despenaliza el aborto en las primeras 14 semanas tanto para la mujer o persona gestante y se penaliza al establecimiento de salud o profesional de la salud que dilatare injustificadamente, obstaculizare o se negare a practicar un aborto en los casos legalmente autorizados. Después de la semana 15 se penaliza tanto a la mujer o persona gestante que realizara el aborto como el establecimiento o profesional de la salud. Con respecto a la edad, el proyecto de ley establece que basta el consentimiento de una adolescente, niña o persona gestante menor de 16 años, acompañada de sus padres, tutores, personas de confianza o un letrado.

¿Y el padre de la criatura? En la mencionada ley no aparece la figura del progenitor, es tan responsable de esa vida como la mujer o persona gestante, como llama la ley. Ese varón que pareciera inexistente, también es un sujeto de derecho, sufre ese embarazo no deseado, no es que todos desaparecen de la escena, hay detrás de esos progenitores dos familias, un bebé en camino, hay vidas complicadas, pero son vidas. ¿Qué les ofrece el sistema de salud? La interrupción voluntaria del embarazo, el aborto, como la salida más inmediata, no dejando ninguna “huella” de esa persona concebida.  Más cuestionable aún si esos progenitores son niños, adolescentes o menores de 16 años. El derecho de la mujer a decidir por su propio cuerpo entra en colisión, en el caso del embarazo, con el derecho de esa criatura que lleva adentro y el derecho del varón a tener su hijo, no está en su cuerpo, pero es parte de su cuerpo, de su ser, de su ADN.

Evidentemente que este proyecto de ley que tiene media sanción es legalizar el Protocolo ILE ya vigente. Deberían ser claros los legisladores e informar a la sociedad que el verdadero interés de estas maratónicas sesiones. No hablen de despenalizar, hablen de interrupción voluntaria del embarazo o aborto, que, en el proyecto, ambos términos están homologados (art 18).

Objeción de conciencia

Respecto a la objeción de conciencia del profesional de la salud el proyecto de ley dice textualmente:

“ARTÍCULO 15°– Objeción de conciencia. El/la profesional de la salud que deba intervenir de manera directa en la interrupción voluntaria del embarazo tiene la obligación de garantizar el acceso a la práctica y no puede negarse a su realización.

El/la profesional mencionado/a en el párrafo anterior sólo puede eximirse de esta obligación cuando manifestare su objeción previamente, de manera individual y por escrito, y la comunicare a la máxima autoridad del establecimiento de salud al que pertenece.

La objeción puede ser revocada en iguales términos, y debe mantenerse en todos los ámbitos, públicos o privados, en los que se desempeñe el/la profesional.

El/la profesional no puede objetar la interrupción voluntaria del embarazo en caso de que la vida o la salud de la mujer o persona gestante estén en peligro y requieran atención médica inmediata e impostergable.

Cada establecimiento de salud debe llevar un registro de los profesionales objetores, debiendo informar del mismo a la autoridad de salud de su jurisdicción.

Queda prohibida la objeción de conciencia institucional y/o de ideario”.

Saquemos las consecuencias. En ese registro de objetores quedarán los nombres de los médicos, vaya a saber uno qué les espera en su carrera profesional. ¿Será un estigma? ¿Una lista negra? Una clínica privada en cuyo ideario no considera una práctica de salud el aborto, está obligada a hacerlo. Esto parece un régimen totalitario y no un estado de derecho, que tanto nos cuesta conseguir. ¿Por qué no hacer una lista de profesionales abortistas? No es provocación, sólo igualdad de oportunidades. Qué sinsentido que a los médicos que poseen el arte de curar se los enfrente de esta forma. Sin duda que muchos profesionales de la salud, ante esta disyuntiva ética, tendrán que abandonar su profesión.

A favor, en contra

De los bloques legislativos quienes siempre han apoyado el aborto ha sido la izquierda. De los dos bloques mayoritarios nunca hablaron en sus plataformas de este debate y no hicieron ninguna mención al respecto. La cámara de diputados ha mostrado su verdadero rostro, con nombre y apellido. Cada uno ha expresado su voto, que debería ser el voto de aquellos a quienes representan. En los argumentos aducidos coinciden en que dejan de lado sus convicciones personales, religiosas y filosóficas para atender un problema de salud pública, aunque el verdadero móvil que los ha reunido y los ha unido en la votación mayoritaria ha sido político y económico. Muchos de los legisladores se han olvidado, una vez más, que están allí porque los votamos. Se empoderan del cargo y hacen alianzas y componendas en una materia clave y fundacional de nuestro ser argentino: ¡sí a la vida!

De salir aprobada esta ley en la cámara de senadores, estaríamos ante un hecho de graves consecuencias para nuestra nación. “Queremos ser como las naciones progresistas, a las que le va bien” aducen unos. “No es tan grave, en otros países ha descendido la tasa de mortalidad materna”, dicen otros. ¿En esos países no ha descendido también la tasa de nacimientos? ¿No han descendido, también, los chicos con síndrome de down? ¿Acaso esas naciones no se han dado cuenta de las consecuencias gravísimas que ha producido el aborto en el ser femenino y en la sociedad? ¿Acaso no se ha convertido el aborto en un método anticonceptivo, el más cruel de todos? ¿No podríamos acceder a una ley superadora del aborto en cuanto tal? ¿Podemos gestar como argentinos, hijos de pobres e inmigrantes una ley ejemplificadora y que salve las dos vidas?

Iglesia y Estado

Otro aspecto fundamental de este debate es el rol de la Iglesia. Convengamos que todos los que creemos en Cristo Jesús estamos a favor de la vida. En las pancartas y carteles que han poblado la ciudad de Buenos Aires se lee: “Aborto legal, seguro y gratuito. Separación de la Iglesia y Estado”. Es una lástima que estos reclamos provengan de una institución que está luchando contra la violencia de la mujer. Estamos totalmente de acuerdo que cesen los hechos violentos contra la mujer. También hay violencia de género contra el varón. De hecho, hay violencia de todo tipo, producida por la marginalidad, la droga, el desempleo, la falta de escolaridad, de trabajo y de otras muchas causas que atentan contra la vida extrauterina y la paz social, provocando nuevos abortos sociales: 5 millones y medio de nuestra niñez es pobre y de 10 alumnos de secundaria, 4 no terminarán sus estudios.

Por defender la vida la Iglesia católica pareciera que está fomentando una caza de brujas, que impone su visión cristiana “retrógrada” y valores en una sociedad que debería ser totalmente laica y alejada de todo principio que no sean la libertad individual y los derechos individuales.

En la Iglesia Católica, aún con todos sus escándalos y pecados, nos hacemos cargo de la vida más vulnerable, de los pobres. Y de otros aspectos constitutivos de la sociedad argentina como la educación y la salud. En los regímenes totalitarios o en los pensamientos únicos, siempre se ha atacado a la Iglesia como responsable de atraso, oscurantismo, y de otras acciones que los mismos detractores no saben definir del todo.

La Iglesia es Madre y Maestra, dos características femeninas. Como Madre es compasiva con todos, misericordiosa aún con el más alejado de los hijos de Dios. Como Maestra está llamada a anunciar el Evangelio de la Vida, sin excluir a nadie. Que muchos no crean por el mal testimonio de los cristianos, es algo que debemos corregir. Pero que nadie quede privado de la Verdad que tenemos que proclamar, es tarea que siempre debemos hacer, con ocasión o sin ella, aún a riesgo de nuestro propio nombre, prestigio y fama. Los pañuelos negros (campaña por la total separación de Iglesia y Estado) ya empezaron a circular. El otrora “vamos por todo” parece seguir siendo una política de estado, se vendrán debates sobre la despenalización del consumo de marihuana, sobre la eutanasia, sobre vientres subrogados, etc. etc.

Indecisos

Los legisladores indecisos son los que tienen el as en la manga, o esperan órdenes de último momento. Nadie puede estar indeciso ante el aborto: o estás favor o estás en contra. No hay matices. A estos honorables senadores les pedimos que sean consecuentes. Es la justicia que debe tener tapada los ojos y no inclinarse ante uno u otro platillo por prebendas, aprietes o sobornos. A nuestros legisladores se les pide ver. Vean esa inmensa cantidad de niñas y adolescentes que podrán asistir a un centro de salud y recibir una contención adecuada o practicar un aborto. Vean a esos varones que sienten una responsabilidad y quedan de lado, a ellos nadie los protege. Vean los casos extremos como las violaciones o los peligros de violencia extrema que corren las mujeres, y propongan políticas de asistencia y prevención, pero no legislen con más muerte. Vean esos embriones que tienen una así llamada “malformación” llevados adelante por madres y padres heroicos o que se podrían convertir en descartables, solamente porque son “discapacitados”. ¿Cabrían para ellos otra legislación? ¿Son sólo estadísticas o conciencia de que toda vida vale? ¿Es el aborto la única salida?

“Legislar y promover medidas de acción positiva que garanticen la igualdad real de oportunidades y de trato, y el pleno goce y ejercicio de los derechos reconocidos por esta Constitución y por los tratados internacionales vigentes sobre derechos humanos, en particular respecto de los niños, las mujeres, los ancianos y las personas con discapacidad. Dictar un régimen de seguridad social especial e integral en protección del niño en situación de desamparo, desde el embarazo hasta la finalización del período de enseñanza elemental, y de la madre durante el embarazo y el tiempo de lactancia” (Constitución Nacional Argentina, artículo 75, inciso 23).

 

Ernesto Giobando sj

Obispo Auxiliar de Buenos Aires

Encargado del Área Niñez y Adolescencia de la CEA