En su día queremos saludar a todas las madres, compartiendo algunas frases de la Exhortación Amoris laetitia. Las invitamos especialmente a leer hoy el capítulo V, «Amor que se vuelve fecundo», donde el papa Francisco nos habla sobre el don de la vida con enriquecedoras y reconfortantes palabras:
Las madres son el antídoto más fuerte ante la difusión del individualismo egoísta… Son ellas quienes testimonian la belleza de la vida. (AL 174)
Cada mujer participa del «misterio de la creación, que se renueva en la generación humana». Es como dice el salmo: «Tu me has tejido en el seno materno» (139,13). Cada niño que se forma dentro de su madre es un proyecto eterno del Padre Dios y de su amor eterno: «Antes de formarte en el vientre, te escogí; antes de que salieras del seno materno, te consagré» (Jr 1,5). (AL 168)
A cada mujer embarazada quiero pedirle con afecto: cuida tu alegría, que nada te quite el gozo interior de la maternidad… Y ruega al Señor que cuide tu alegría para que puedas transmitirla a tu niño. (AL 171)
El embarazo es una época difícil, pero también es un tiempo maravilloso. La madre acompaña a Dios para que se produzca el milagro de una nueva vida. (AL 168)
La madre que lo lleva en su seno necesita pedir luz a Dios para poder conocer en profundidad a su propio hijo y para esperarlo tal cual es. (AL 170)
Todo niño tiene derecho a recibir el amor de una madre y de un padre, ambos necesarios para su maduración íntegra y armoniosa… No se trata sólo del amor del padre y de la madre por separado, sino también del amor entre ellos, percibido como fuente de la propia existencia, como nido que acoge y como fundamento de la familia. (AL 172)
Hoy reconocemos como muy legítimo, e incluso deseable, que las mujeres quieran estudiar, trabajar, desarrollar sus capacidades y tener objetivos personales. Pero, al mismo tiempo, no podemos ignorar la necesidad que tienen los niños de la presencia materna, especialmente en los primeros meses de vida. La realidad es que «la mujer está ante el hombre como madre, sujeto de la nueva vida humana que se concibe y se desarrolla en ella, y de ella nace al mundo». (AL 173)
La madre, que ampara al niño con su ternura y su compasión, le ayuda a despertar la confianza, a experimentar que el mundo es un lugar bueno que lo recibe, y esto permite desarrollar una autoestima que favorece la capacidad de intimidad y la empatía. (AL 175)
La maternidad no es una realidad exlusivamente biológica, sin que se expresa de diversas maneras. (AL 178)
La adopción es un camino para realizar la maternidad y la paternidad de una manera muy generosa… Los que asumen el desafío de adoptar y acogen a una persona de manera incondicional y gratuita, se convierten en mediaciones de ese amor de Dios que dice: «Aunque tu madre te olvidase, yo jamás te olvidaría (Is. 49, 15). (AL 179)
Querídisimas mamás, gracias, gracias por lo que sois en la familia y por lo que dais a la Iglesia y al mundo. (AL 174)