(Fuente Zenit) El arzobispo Vincenzo Paglia, Presidente del Pontificio Consejo para la Familia ha presentado esta mañana en la Oficina de Prensa de la Santa Sede: “De Milán a Filadelfia: las perspectivas del Pontificio Consejo para la Familia”; una conferencia en que ha analizado los resultados del Encuentro Mundial de las Familias en mayo de 2012 en esa ciudad italiana. Han intervenido también los cónyuges Francesca Dossi y Alfonso Colzani, responsables del Servicio para las Familias de la archidiócesis de Milán.
El arzobispo ha recordado que ese evento “demostró la fuerza vital que las familias representan en la Iglesia y en la sociedad misma … Por supuesto, hay muchos problemas relacionados con el matrimonio y la familia, pero no debemos olvidar (…) que la familia sigue siendo el «recurso» fundamental de nuestra sociedad (…) Las estadísticas son unánimes en señalar que la familia se sitúa en el primer puesto como lugar de seguridad, refugio, de apoyo para la vida y se mantiene en la cima de los deseos de la gran mayoría de los jóvenes. En Italia, por ejemplo, alrededor del 80% de los jóvenes dicen que prefieren el matrimonio (civil o religioso que sea) y sólo el 20% opta por la convivencia. (…) Y en Francia, las encuestas indican que el 77% quiere construir su vida familiar permaneciendo con la misma persona toda la vida …. Por otra parte, la necesidad de la familia está grabada en el corazón humano, desde que Dios dijo: «No es bueno que el hombre esté solo”.
“Esta verdad profunda que marca tan radicalmente la vida humana es como si fuera apaleada por una cultura contraria (…) Hay una escalada al individualismo que resquebraja la familia, así como las diferentes formas de la sociedad. Por eso, la ruptura de la familia es el primer problema de la sociedad contemporánea. Es cierto que buena parte de la historia occidental contemporánea ha sido concebida como liberación de cualquier lazo: con los demás, con la familia, con la responsabilidad hacia el otro. Y es igualmente cierto que los lazos, a veces, han oprimido la subjetividad. (…) Pero hoy el vértigo de la soledad con el culto del yo, liberado de cualquier atadura (…) y la desorientación provocada por la globalización acentúan aún más el ensimismamiento y la tentación de encerrarse en sí mismos”.
“La Iglesia -ha proseguido- se preocupa (…) por la crisis que atraviesan el matrimonio y la familia, porque es consciente de que ambos son una buena noticia, un evangelio para los hombres y mujeres de hoy, a menudo solos y sin amor, ni paternidad, ni apoyo … La Iglesia, «experta en humanidad», conoce también (…) el alto precio de la fragilidad de la familia que pagan sobre todo los niños (nacidos y no nacidos), los ancianos, los enfermos. (…) En las diversas épocas históricas ha habido cambios, incluso profundos, en la institución familiar, pero nunca se había abandonado su «genoma», su dimensión profunda, es decir, ser una institución formada por hombre – mujer e hijos. Por lo tanto, urge una atenta reflexión cultural y una defensa más vigorosa de la familia, para colocarla – y rápidamente – en el centro de la política, la economía, la cultura, sea en los distintos países que en los diferentes organismos internacionales, involucrando también a los creyentes de otras tradiciones religiosas y a las personas de buena voluntad. Es una frontera que toca los fundamentos mismos de la sociedad humana. De ahí el extraordinario interés de la Iglesia sobre todo en este momento histórico”.
El Pontificio Consejo para la Familia “siente la necesidad de ayudar tanto dentro como fuera de los confines de la Iglesia a redescubrir el valor de la familia (…) Hay un gran trabajo por hacer en el plano cultural: se trata de restaurar el valor de una cultura de la familia, para que vuelva a ser atractiva e importante para la propia vida y para la sociedad (…) Ocuparse de la familia no significa restringirse a un segmento de la vida o de la sociedad : hoy significa ampliar los horizontes más allá de sí mismos y decidirse a participar en la construcción de una sociedad que sea “familia” en sí misma , hasta dar cabida a «la familia» de los pueblos y las naciones”.
El prelado ha concluido ilustrando las iniciativas que, a lo largo de este año y hasta el próximo encuentro de las familias en Filadelfia, el Pontificio Consejo pondrá en marcha entre las cuales destaca la presentación de la Carta de los Derechos de la Familia, -elaborada hace treinta años por ese dicasterio- en la sede de Naciones Unidas en Nueva York y Ginebra y en el Parlamento Europeo. En abril comenzará una serie de seminarios titulados “Diálogos para la familia» en que los expertos de diferentes disciplinas abordarán cuestiones relativas a los principales retos relacionados con la familia y el matrimonio. En Roma, a finales de junio tendrá lugar un congreso internacional de abogados católicos, centrado en los derechos de familia y, por último, en octubre, la asamblea plenaria del Pontificio Consejo se centrará en la Carta de los Derechos de la Familia. Los días 26 y 27 de ese mismo mes, con motivo del Año de la Fe, habrá una peregrinación de las familias a la tumba de San Pedro.