La reflexión de octubre nos plantea si nuestra misión y anuncio están basados en la gracia o apoyados más bien en el “oficio”. La propuesta de tomar como ejemplo de una Iglesia viva y una santidad cotidiana a San Francisco y al Cura Brochero

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REFLEXIÓN DEL MES A PARTIR DE LA PALABRA DE DIOS

¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros realizados entre ustedes, hace tiempo que se habrían convertido, poniéndose cilicio y sentándose sobre ceniza. Por eso Tiro y Sidón, en el día del Juicio, serán tratadas menos rigurosamente que ustedes. Y tú, Cafarnaún, ¿acaso crees que serás elevada hasta el cielo? No, serás precipitada hasta el infierno. El que los escucha a ustedes, me escucha a mí; el que los rechaza a ustedes, me rechaza a mí; y el que me rechaza, rechaza a aquel que me envió» (Lc 10,13-16).

Este primer viernes de octubre el Evangelio, en su versículo final, nos lleva a reflexionar sobre las proyecciones de nuestra misión discipular. Por el misterio de la gracia, cuando anunciamos la Palabra, no nos anunciamos a nosotros mismos, sino a Jesús, de manera que quienes nos escuchan lo escuchan a Él. Cuando no nos escuchan, cuando nos dan vuelta la cara o se burlan, están rechazando a Jesús y, en Él, al Padre con quien son (y somos) uno (Jn 17, 21).

Ahora bien, puede suceder que en algunos momentos intentemos vivir la misión discipular o el anuncio del Evangelio sin estar sumergidos en la gracia o apoyados más bien en “los años de experiencia”, “el impulso”, “las ganas” o, simplemente, porque lo asumimos como “obligación” y, como somos adultos y responsables, tenemos que “cumplir” con los compromisos. En ese caso, es probable que lo que hagamos no sea otra cosa que anunciarnos a nosotros mismos, o que solo defendamos nuestros valores o ideas y que no transmitamos, como base del mensaje, al mismo Señor Jesús. Es importante, entonces, revisar frecuentemente, si la tarea misional, pastoral o de servicio eclesial que desarrollamos tiene su sustento en la gracia (en el don de Dios). Es la gracia de Dios y no mi “esfuerzo” o mis intentos de perfeccionar mis actitudes la que me hace “reflejo suyo” y por la cual los demás reconocen en mí la presencia del Señor y en mis palabras “su” mensaje. Puedo dar conferencias y discursos muy brillantes, inclusive con un enorme contenido teológico. Pero si mis palabras no transmiten a Dios mismo, si mis actitudes no se condicen con lo que intento transmitir, solo suscitarán admiración mas no “conversión” (confr. Mt 23, 2-3).

El pasaje evangélico de hoy se inicia con un reclamo de Jesús hacia las ciudades de Corozaín y  de Betsaida debido a la poca fe que demostraron estos pueblos y hacia Cafarnaúm por la soberbia manifestada por haber perdido el objetivo de la misión. Una mirada corta y limitada que no les permitió ver el accionar de Dios en lo cotidiano de la vida. No le hicieron lugar a lo trascendente, a lo que los podía sacar de la comodidad de lo conocido. No tuvieron un corazón sencillo y humilde, capaz de acoger al hermano y a lo que Dios quería obrar en sus corazones.

Desde su asunción, el Papa Francisco insiste en sus mensajes en que los católicos no nos quedemos encerrados en nuestras diócesis o movimientos, que salgamos a evangelizar, que “hagamos lío”. Es un llamado a darle “vitalidad” a la Iglesia en este tiempo. Por eso es importante traer a esta reflexión a dos personajes de la vida de la Iglesia que con su testimonio de vida y compromiso social hicieron presente el Evangelio  en su vida cotidiana y en la de quienes los rodeaban, tomando actitudes valientes y arriesgadas con la sociedad, insertándose en la cultura de la época, luchando por la dignidad de hombre,  cuidando y defendiendo el entorno….Al decir del Papa Francisco “dos pastores con olor a ovejas”.

En primer lugar, celebramos el 4 de octubre la Fiesta de San Francisco de Asís, un “santo entre los santos”, quien vivió un intenso proceso de identificación con Jesús al punto de recibir en su carne las señales de la crucifixión. ¿Quién podría dudar de que viendo o escuchando a Francisco de Asís vemos y escuchamos a Jesús mismo? En una oportunidad el santo expresó: «Hermanos míos, el Señor me llamó por el camino de la sencillez y la humildad y por ese camino persiste en conducirme, no sólo a mí sino a todos los que estén dispuestos a seguirme… El Señor me dijo que deberíamos ser pobres y locos en este mundo y que ése y no otro sería el camino por el que nos llevaría. Quiera Dios confundir vuestra sabiduría y vuestra ciencia y haceros volver a vuestra primitiva vocación, aunque sea contra vuestra voluntad y aunque la encontréis tan defectuosa».

Por otra parte, el 14 de septiembre pasado en la provincia de Córdoba fue beatificado José Gabriel del Rosario Brochero, más conocido como “El cura Brochero”, quien se destacó también por el celo pastoral, por jugarse hasta el extremo por su conciudadanos, a los que pretendía no solo llevarles la experiencia de la fe a través de los ejercicios espirituales, sino además sacarlos de la extrema pobreza favoreciendo la construcción de caminos, la construcción de acequias, haciéndose cercano a sus fieles. Se caracterizaba por ir a buscar a los fieles, como buen pastor estaba pendiente de sus ovejas y de que el mal – en todas sus formas- no se las arrebatara.

Ambos pastores, reflejaron en sus vidas la vida misma de Jesús, no le huyeron a lo que Dios -en el encuentro de la oración- les revelaba. Ambos escucharon la voz de Dios y decidieron seguirlo hasta el extremo de la persecución, la soledad y la enfermedad. Pero a ambos hoy la Iglesia les reconoce un lugar de privilegio, porque ellos fueron fieles a la voz del Señor y siguieron su voluntad, en ellos Cristo fue escuchado y su voluntad fue desplegada en muchos gestos que aun hoy nos conmocionan, nos animan, nos da ganas de imitar. Pero también fueron rechazados –y en ellos también Cristo- por los tibios, los mediocres, los soberbios, por aquellos que solo se aman a sí mismos.

¿Qué nos dicen las vidas de Francisco de Asís y del Cura Brochero a nuestra vida cotidiana? A nuestra vida  familiar, laboral, al compromiso con nuestro pueblo, con los más necesitados… Hermanos, aprendamos de la vida humilde y sencilla de estos pastores y en este tiempo de vitalidad de la Iglesia comprometámonos a tener gestos que muestren la presencia de Dios, nuestro Señor en nuestras vidas. Amén.