En efecto, el 25 de enero de 2005, en la fiesta de la Conversión de San Pablo Apóstol, el Consejo Pontificio para los Textos Legislativos, publicaba la Instrucción que deben observar los Tribunales diocesanos e interdiocesanos al tratar las causas de nulidad del matrimonio, titulada, Dignitas connubii, en la que se explica que la dignidad del matrimonio, que entre bautizados “es imagen y participación de la alianza de amor entre Cristo y la Iglesia”, reclama que la Iglesia promueva el matrimonio y la familia fundada en él con la mayor solicitud pastoral y, con todos los medios posibles, los proteja y defienda.
El Pontífice destacó que la amplia participación en este encuentro, de casi 120 personas, indica la importancia de la Instrucción Dignitas connubii, que no está destinada a los especialistas del derecho, sino a quienes trabajan en los tribunales locales puesto que, en efecto, se trata de un modesto pero útil vademécum que lleva de la mano a los ministros de estos tribunales a fin de que los procesos se desarrollen de modo seguro y rápido al mismo tiempo.
Tras afirmar que el conocimiento de esta Instrucción también podrá ayudar en el futuro a los ministros de los tribunales a abreviar el itinerario procesal, que los cónyuges suelen percibir frecuentemente como largo y fatigoso; el Papa recordó que aún no se han estudiado todos los recursos que la Dignitas connubii pone a disposición para llevar a cabo un proceso rápido y libre de todo formalismo y que no se pueden excluir para el futuro ulteriores intervenciones legislativas tendentes a la misma finalidad.
El Pontífice volvió a recordar que entre las solicitudes de esta instrucción está la de la aportación propia y original del defensor del vínculo en el proceso matrimonial, cuya presencia y cumplimiento fiel de su deber no condiciona al juez, sino que permite favorecer la imparcialidad de su juicio, al presentarle los argumentos a favor y en contra de la declaración de nulidad del matrimonio.
Antes de impartirles su Bendición Apostólica, el Obispo de Roma concluyó este encuentro encomendando a María Santísima, Sedes Sapientiae, la prosecución de sus estudios y reflexiones sobre cuanto el Señor quiere hoy para el bien de las almas, que adquirió con su sangre.+