Organizado por la Oficina de la Familia de la Conferencia Episcopal Italiana, el simposio tuvo lugar el sábado 11 de noviembre en Roma, con el lema: “El Evangelio del amor entre conciencia y norma”. Este es el mensaje que el papa Francisco envió a los participantes sobre la exhortación apostólica Amoris laetitia:
Mensaje del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas: ¡buenos días!
Saludo cordialmente a todos ustedes que participan en el Tercer Simposio Internacional sobre la exhortación apostólica Amoris laetitia organizado por la Oficina de la Familia de la Conferencia Episcopal Italiana.
“El Evangelio del amor entre conciencia y norma”, es de gran importancia y puede iluminar el camino que están haciendo las Iglesias en Italia, también para responder al deseo de familia que surge en el alma de las jóvenes generaciones. El amor entre el hombre y la mujer está, claramente, entre las experiencias humanas más generativas, es levadura de la cultura del encuentro y aporta al mundo actual una inyección de sociabilidad: verdaderamente “el bien de la familia es decisivo para el futuro del mundo y de la Iglesia. Efectivamente, la familia que nace del matrimonio engendra vínculos fecundos que son el antídoto más efectivo contra el difuso individualismo; sin embargo, en el camino del amor conyugal y de la vida familiar, hay situaciones que requieren decisiones arduas que se deben tomar con rectitud. En la realidad doméstica a veces hay nudos concretos que deben abordarse con conciencia prudente por parte de cada uno. Es importante no dejar solos ni a los cónyuges ni a los padres sino acompañarlos en el esfuerzo de aplicar el Evangelio a la vida concreta. Por otro lado, somos conscientes de que “estamos llamados a formar las conciencias, pero no a pretender sustituirlas”.
El mundo contemporáneo corre el peligro de confundir la primacía de la conciencia, que siempre debe respetarse, con la autonomía exclusiva del individuo con respecto a las relaciones que vive.
Como dije recientemente en la Academia Pontificia para la Vida, “Hay quienes incluso hablan de egolatría, es decir, de una verdadera adoración del ego, en cuyas aras se sacrifica todo, incluyendo los afectos más queridos. Esta perspectiva no es inofensiva: dibuja un sujeto que se mira constantemente en el espejo, hasta que llega a ser incapaz de volver sus ojos a los demás y al mundo. La propagación de esta actitud tiene repercusiones gravísimas en todos los afectos y vínculos de la vida”. Es una “contaminación” que corroe las almas y confunde las mentes y los corazones, produciendo falsas ilusiones.
Romano Guardini, en un texto sobre el tema de la conciencia, indica el camino hacia la búsqueda del bien verdadero. Así, escribe: “De este encarcelamiento en mí mismo me libro solo si encuentro un punto, que no sea mi yo; una altura por encima de mí. Algo sólido que actúe en mi interior. Y aquí llegamos al núcleo, es decir a la realidad religiosa. Ese bien es algo vivo. Es la plenitud del valor mismo del Dios vivo”.
En lo íntimo de cada uno hay un lugar donde el Misterio se revela e ilumina a la persona haciéndola protagonista de su historia. La conciencia, recuerda el Concilio Vaticano II, es “el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que éste se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo de aquella”. El cristiano debe prestar atención para que en esta suerte de tabernáculo no falte la gracia divina, que ilumina y fortalece el amor matrimonial y la misión paternal. La gracia llena las “ánforas” de los corazones humanos con una extraordinaria capacidad de don, renovando para las familias de hoy el milagro de las bodas de Caná.
Comentando una vez ese episodio evangélico dije que “transformando en vino el agua de las ánforas utilizada para la purificación ritual de los judíos “, Jesús da una señal elocuente: transforma la Ley de Moisés en el Evangelio, portador de alegría”. Jesús indica en particular la medicina de la misericordia, que cura la dureza del corazón, restableciendo la relación entre marido y mujer, y entre padres e hijos.
Queridos hermanos y hermanas, les deseo todo lo mejor para su trabajo en este Simposio. Ojalá ayude a la Iglesia en Italia a asimilar y desarrollar el contenido y el estilo de Amoris laetitia, contribuya a la formación de los animadores de grupos familiares en las parroquias, asociaciones y movimientos y sostenga el camino de tantas familias, ayudándolas a vivir la alegría del Evangelio y a ser células activas en la comunidad. Los bendigo de todo corazón y les pido, por favor, que recen por mí”.